¿Gorditos sanos?

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Por el Dr. Phil Maffetone

Traducción de Ester Galindo

Uno de los grandes mitos de nuestra sociedad actual es que uno puede estar gordito y sano a la vez.

En los últimos años se ha tratado el exceso de grasa corporal como algo socialmente aceptable e, incluso, como una condición física saludable. De hecho, en bastantes anuncios televisivos vemos imágenes y eslóganes que parecen validar, y hasta glorificar, el exceso de grasa corporal.

Está claro que, habiendo un 91 por ciento de la población adulta estadounidense con sobrepeso, a la industria le interesa camelar a este público objetivo con productos para nada saludables.

Ya en su día se forjó el movimiento social que introdujo las tallas de ropa especiales y la idea de que cualquier debate sobre el tema del sobrepeso resultaba “insultante”. Es más: incluso apareció el argumento médico de que la obesidad podía ser hasta saludable, especialmente en el caso de las personas mayores… ¿Qué hay de verdad en todo esto?

Lo que hay de verdad en todo esto es que una determinada cantidad de grasa corporal es saludable porque constituye un órgano endocrino en sí misma: realiza múltiples funciones importantes, como la de sostener órganos, glándulas y huesos, y la de servir como combustible para aumentar la energía y la resistencia, además de otras funciones metabólicas.

Siendo esto verdad, también lo es que, cuando los niveles de grasa corporal empiezan a ser excesivos, las cosas cambian para peor; porque entonces, las células grasas (adipocitos) se vuelven disfuncionales y nos predisponen a una mala salud. Por un lado, pueden llevarnos a sufrir inflamación crónica en todo el cuerpo e intolerancia a los carbohidratos (resistencia a la insulina), mientras que por otro lado, pueden afectar negativamente nuestra función muscular, haciendo que nos cueste más recuperarnos del ejercicio físico y causándonos lesiones.

Con el paso del tiempo, estas afecciones acaban dando pie a una serie de trastornos cardiovasculares y metabólicos: desde colesterol LDL elevado, colesterol HDL demasiado bajo, niveles altos de triglicéridos, aumento del azúcar en sangre e incremento de la presión arterial. Todo ello constituye un cuadro muy habitual que termina generando enfermedades lamentablemente tan comunes como la diabetes, el cáncer, la artritis, el alzhéimer y las enfermedades cardiovasculares, entre otras.

Otras afecciones muy comunes entre las personas que presentan un exceso de grasa corporal son: apnea del sueño, síndrome de ovarios poliquísticos, hígado graso, afecciones en la vesícula biliar y enfermedades pulmonares, entre otras.

Por desgracia, el hecho de limitarse a paliar los síntomas, en lugar de tratar las causas primeras de todas estas dolencias, se ha convertido en una práctica médica habitual en nuestra sociedad, cuando la auténtica prioridad debería ser la de reducir el exceso de grasa corporal. Porque la mayoría de los demás signos y síntomas son enteramente secundarios, a pesar de haberlos puesto en el punto de mira de muchas terapias, incluidas las farmacéuticas.

¿Se está perdiendo el interés por adelgazar?

Sí. Las estadísticas demuestran que cada vez hay menos personas que intentan, de manera activa, reducir su exceso de grasa corporal. Entre 1994 y 2008, el porcentaje de adultos que intentaron adelgazar disminuyó del 56 a 49 por ciento. Incluso los médicos de atención primaria han visto reducirse sus horas de asesoramiento y evaluación/diagnóstico de los pacientes con sobrepeso. Es obvio que también hay muchas historias de éxito, pero estas son las menos, y las únicas que perduran en el tiempo corresponden a aquellas personas que realizaron los debidos cambios en sus hábitos de vida.

¿Una paradoja bien gorda?

Está del todo aceptado que los adultos más jóvenes con exceso de grasa corporal corren un alto riesgo de sufrir las enfermedades mencionadas anteriormente, pero los mayores de 60 años con sobrepeso parecen mantener una correlación paradójica con una menor mortalidad, al igual que aquellos individuos que presentan niveles de grasa corporal saludables. Esta idea no morirá, porque hay estudios que demuestran que la obesidad puede mejorar los resultados postoperatorios, especialmente en personas mayores. Pero ¿quién quiere someterse a una cirugía, para empezar?

En cualquier caso, esos primeros estudios han resultado ser, en gran medida, engañosos e incorrectos. Un estudio más reciente publicado en el American Journal of Clinical Nutrition (2017) demostró que incluso las personas no obesas, cuyo peso es normal pero cuyo porcentaje de grasa corporal es excesivo (la mayoría presentaba un exceso de grasa abdominal), registraban “una mayor tasa de mortalidad que la habitual”.

En resumen: ¿existe algo así como un “gordito sano”?

Pues la verdad es que no.

Etiquetados desde hace un tiempo como obesos “metabólicamente sanos”, algunos individuos son técnicamente obesos porque presentan un IMC superior a 30, pero parecen ser menos intolerantes a los carbohidratos y presentan pocas o ninguna anomalía metabólica (como triglicéridos o glucosa elevados en sangre o una presión arterial alta). Su prevalencia global se estima en un 7 por ciento. No obstante, el exceso de grasa corporal sigue haciendo que estas personas corran un alto riesgo de padecer diabetes, enfermedades cardiovasculares y otras complicaciones de salud. Si nos fijamos en el detalle, veremos que se trata de personas más bien jóvenes, por lo general menores de 40 años, y que a medida que envejecen empiezan a desarrollar las mismas afecciones que observamos en el resto de personas con exceso de grasa corporal a edades más tempranas. Lo más probable es que las personas obesas “metabólicamente sanas” padezcan, en realidad, una enfermedad subclínica y estén en vías de enfermarse, puesto que comparten los mismos riesgos a largo plazo que cualquier otra persona que acumule un exceso de grasa corporal.

 

Tal y como he mencionado ya en otros artículos, la relación entre la cintura y la estatura constituye una magnífica medida mensual para comprobar si estamos acumulando un exceso de grasa. Es decir, tu cintura debe medir menos de la mitad que tu altura. Si bien hoy en día es posible medir la composición corporal mediante densitometría por imagen dual (DEXA), tales prácticas no están al alcance de todos de una manera fácil y regular.

La causa más común de este exceso de grasa corporal —el consumo de carbohidratos refinados, incluidos los edulcorantes, y en ocasiones también el consumo excesivo de carbohidratos naturales— ha sido abordada ya en muchos de nuestros artículos. La actividad física, en cambio, desempeña un rol secundario en la acumulación o reducción de la grasa corporal.

El hecho de que una condición anormal y para nada saludable se convierta en habitual no debería volverla normal o aceptable. Ya es suficientemente perjudicial que nuestra sociedad permita que las personas se den por vencidas y hagan afirmaciones del tipo: “así hay donde agarrarse” o el exceso de grasa abdominal “es sexy”. No, no lo es. La salud siempre será mucho más sexy que la enfermedad y la disfuncionalidad.

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